Queridos amigos,
No sé si es el Jet Lag lo que se ha
apoderado de mi, o es que cambiando de continente no se cambia de
insomnio.
Son las 6:15 a.m. Hora local del DF (las 13:15 en Madrid,
hay que sumar 7 horas más) y ya he descubierto que aquí amanece
tarde. Llevo danzando desde las tres y media (he deshecho todas las
maletas, organizado los armarios, enchufado todo lo enchufable,
preparado dos cafeteras, y redecorado el nidito en lo posible con los mimbres
que me permiten los accesorios de esta casa y las tres fruslerías
que me he traído de las vidas anteriores, para que estemos donde
estemos, aunque sea en la otra punta, se respire cierto aire de
continuidad.
En estas tres horas, he descubierto que mi admiración y
aprecio por Dani crece, supongo que en la misma medida que aumenta su
desesperación. Él no se queja pese al trajín, y sigue durmiendo a
ritmo de alternancia entre respiración pesada y ronquido sin
complejos. Solo una vez me ha dicho, “Lore, suavecito con los
cajones, a ver si se van a quejar ya el primer día los vecinos”.
Debo aprovechar también para anotar
rápido las primeras impresiones, antes que lleguen más primeras
impresiones, y empiecen a empolvar éstas. Tengo la sensación de que
me quedan por delante muchos meses de novedades tras novedades, que
me van a tener ojiplática por fuera y por dentro. ¡Qué emocionante
resulta esto de vivir así!, cuando una llega a los cuarenta y se cree
que sabe algo, hace diez mil kilómetros y descubre que mucho de lo
aprendido empieza a tener difícil aplicación.
Lo primero de todo, avisaros de que si
vais a volar a México (por ejemplo a vernos) y no os queda más
remedio que hacerlo en turista, como nos pasa a casi todos los
mortales, y si además se puede elegir un poquito, hay que decantarse
por Aeroméxico. Ellos si que saben y lo tienen todo previsto.
Ya de entrada, en la facturación del
equipaje, te dan el primer alegrón. Donde el mundo mundial permite
hasta 23 kg, ellos permiten 32 (¡bendita dislexia!). Con esto se
desactivan de inmediato esas pequeñas diferencias de opinión
intergénero que hacen que la experiencia y excitación del viaje
pueda verse un pelín empañada. ¿A quien no le ha pasado que una
maleta que cubica algo así como una hectárea, que se ha pesado
varias veces, y que una puede jurar y rejurar que en casa en la
balanza marca carrefour pesaba 23 kg justitos, resulta que en el
camino al aeropuerto ha hiperdesarrollado y engordado hasta los 29
kg?. ¿Quien no se ha visto entonces en la necesidad de justificar
por qué el cenicero de barco que tiene tantos kilómetros contigo
como tus pies, o la taza de desayuno de Spiderman, o el imán de la
nevera de la folcklórica y el folcklórico con espacio para las
fotos de nuestras caras, que pone recuerdo de Chiclana, son realmente
artículos de primera necesidad?. Qué amarga decepción esa en la
que te das cuenta que tu compañero finge conocerte, pero en realidad
no, o a lo peor, te conoce bien, pero aun tiene esperanzas... Pues
Aeroméxico, conscientes, van y añaden 9 kg más y se ponen de su
lado a las parientas femeninas (porque no nos engañemos, salvo
rarísimas excepciones, las maletas femeninas suelen pesar bastante
más que los equipajes masculinos).
Y falta hará ponerse de su lado a las parientas femeninas, sobre
todo a las recién casadas en viaje de novios rumbo a Cancún y la
Riviera Maya. Porque en su afán por contentar a todo el mundo, y en
lo que para mi es otro acierto de esta compañía, los asientos de
sus aviones están pensados para hombres. Antes de poner el culo en
la base habilitada a tal efecto, ya tienes a tu disposición una
mantita de forro polar, una almohadita con su funda blanca de
algodón como las de casa, un antifaz y un kit de aseo dental. Unos
auriculares y un megamando incrustado en el reposabrazos, que es a la
vez selector de canales, interruptor de luz, y aquí está lo bueno,
joystick para los juegos. En el respaldo del asiento delantero tienes
una pantalla para ti sola, con un menú donde puedes elegir la
película que tu quieras entre muchas muchísima y sobre todo de
acción (buenísima la Última Jungla de Cristal que yo aun no había
visto). Es decir, que ya no estás obligada a ver en esas pantallas
comunales que siempre te quedan lejos lo que toque en el día, te
guste o no, y allá sea Allien Vs Predator. También puedes elegir
entre tus series favoritas (Big Bang Theory, Dos Hombres y Medio,
DownTown Abbey...), reportajes de National Geographic y documentales
varios... y por si Bruce Willis no fuera suficiente reto para perder
a tu camarada antes incluso del despegue, una selección de juegos de
consola brutales, lo más retro era el Tetris. Os aseguro que algunos
recién casados hombres cuando llegaron al aeropuerto del DF, tras
doce horas y media imbuidos en su ideal mundo paralelo, no sabían
quienes eran ellos, y sobre todo no sabían quienes eran ellas, sus
recién casadas mujeres, que les miraban ojipláticas y con los
labios cicatrizados tras las mismas horas sin haberlos podido
despegar para hablar con nadie. Yo misma tuve que volver a
presentarme a Dani y preguntarle si estudiaba o trabajaba.
Lo demás está también muy cuidado:
el director de la compañía dándote la bienvenida y despidiéndose en la pantallita,
así como muy familiar. Es como si cada vez que entraras a un
probador de Zara, te apareciera en el espejo un video de Amancio
Ortega agradeciéndote la deferencia de haber elegido su
establecimiento y no uno de Mango para ir a fundirte insensatamente
ese dinero que no tienes. Todo un detalle...
La comida es como toda la comida de los
aviones, escasa y de plastiqué. Pero antes de comer ronda de
tekilas, cervezas, vinos, o zumos y refrescos. Después otra ronda, y
luego otra ronda... y toda la bebida que tu quieras y sin tener que
pagarla. Y durante todo el tiempo el personal de vuelo ofreciendo
agua y más agua, que digo yo que sería para que no te deshidrates
con esa resaca continua a la que te ves abocada casi sin querer. Que
aquí es cuando yo pienso que qué suerte que Melendi, nuestro
gobierno y la familia real vuelen siempre con Iberia...
Y al final, tras un vuelo
tranquilísimo, en absoluto silencio, y con un record dificilmente
superable de mínimas visitas al baño (es lo único que se puede
hacer en un avión salvo estar sentado), se llega al DF.
Cuando todo el mundo te advierte de la
espectacularidad de algo, es fácil que las expectativas se vean un
pelín defraudadas, la imaginación es una herramienta muy potente.
Sin embargo la aproximación desde el aire a Ciudad de México es
sobrecogedora. Un par de datos: es la ciudad más grande del mundo,
con 21 millones de habitantes, rodeada por varias sierras y volcanes,
la propia ciudad es un estado en sí misma, pero su extensión es
tal, que se adentra también en otros estados limítrofes. Es
impresionante dejarse perder la vista en ese mar de edificios y
construcciones, y vegetación y más construcción... delimitada y
superando su relieve. Nosotros llegamos cuando estaba cayendo la
tarde (que en esta tierra la tarde no se cae, se desploma, y en media
hora deja de ser de día abierto y ya se está en noche cerrada).
Pero acabo de descubrir que aquí amanece igual y dispones de una
única opción de foto para captar el mágico momento. Como quieras
hacer una segunda, ya tienes el sol en todo lo alto del cielo. Pues
aterrizar en el atardecer es especialmente bonito, cuando aun puedes
apreciar con la vista la extensión de la ciudad que se pierde en el
horizonte y no tiene fin, y además con todas las luces encendidas...
indescriptible.
La siguiente impresión no es el clima
(es ideal, por lo menos en julio, un calor fresquito, que te permite
ir en manga corta sin asarte ni pasar frío), ni el olor, porque el
aeropuerto huele a aeropuerto al final del día, y la calle a calle
como la de Madrid (salvo cuando te aproximas a una Taquería, que
entonces huele a gloria). De Cuba recuerdo como una impresión su
olor, diferente a todos los olidos hasta entonces. Tampoco el dulzón
del acento cantarín, porque para eso llevas doce horas oyendo a
Bruce Willis y a Sheldon Cooper diciéndo “órales”. Es su gente,
amable y encantadora. Seguramente por dentro serán como somos todas
las personas, unos días un dechado de virtudes, otros que no hay
quien nos tosa, y la mayoría una mezcla de ambos. Pero el trato es
muy dulce, cariñoso, próximo y educado.
Un ejemplo. La casa en la que vivimos
desde anoche tiene dos plantas y cuatro apartamentos, que aquí se
dicen departamentos, y en moderno guay (guay se dice chido), depa sin
más. Es un bloque cosmopolita ocupado por una argentina, un
brasileño, un mexicano nacional y nosotros. En cada rellanito,
tocando con la puerta de cada uno, nuestras arrendadoras, unas
mujeres elegantísimas, guapísimas y educadísimas (todas las
mujeres mexicanas se arreglan como si
fueran María Félix) han ido colocando cuadros alegóricos. En el de
Argentina un mapa del país, en el de
Brasil, una pintura de la Bahía y el Corcovado, y en el nuestro tenemos un hayedo en los pirineos, una escena
de La Rioja, y un cuadro partido mitad meninas, mitad
retrato de Velazquez. No me digáis que no es un detalle.
Otra cosa que me quedó marcado, es que
las calles están poco iluminadas. O mejor dicho, me he planteado si
las nuestras españolas no están sobre iluminadas. En Madrid uno
vuelve paseando hasta casa (mi último paseo fue desde el Bernabeu
hasta la Torre de O'Donell) y no se da cuenta de cuando deja de ser
día y empieza a ser noche, porque no bajan los lúmenes. Aquí no,
aquí se ve bien, pero queda clarísimo que es de noche.
Otra más es que con todo lo que se
habla de la peligrosidad del DF (que no digo yo que no lo sea, no
vamos a andar provocando nada más llegar) uno puede salir a las
22:00 horas de la noche, local y pasear, irse a tomar unos tacos y un
margarita (¡ay, que no os imagináis ni las ganas que yo tenía, ni
lo riquísimos que están aquí!), y lo hace tranquilamente,
cruzándose con jovencetes, que visten, caminan y que deben tener más
o menos las mismas preocupaciones que nuestros jovencentes (o algunas
cuantas menos, que esa es otra). Con personal de edad media, que
regresa a sus casas de los trabajos paseando tranquilamente... y a
partir de esta hora se anima la noche. Porque aquí muchos comercios
cierran sobre las diez, y después es cuando la gente va a las
taquerías, restaurantes... a tomarse unos tequilas y mezcales y unas
chelas (cervezas). Así que cuando nosotros hacíamos el regreso a
casa, es cuando todo se empezaba a animar.
El barrio donde tenemos la casa es un
barrio pijo. Así, por dar un par de muestras. En el Centro Comercial
que tenemos a la izquierda de casa hay una tienda de Chanel con unos
neones bárbaros. La casa hace esquina con lo que vendría a ser la
Castellana de Madrid (Avenida Ejército Nacional), y aquí parece que la ropa de Armani,
Burberrys, Dolce y Gabana, y los Apples los regalan. De hecho creo
que en nada van a empezar a mirarnos a nosotros como si fuéramos los
peligrosos del barrio, y eso que venimos aleccionados y en una fase
nueva y repulida totalmente inédita hasta el momento en nuestras
vidas. Pero aprecio que esto no debe de ser exclusivo de nuestro
barrio (aquí se llaman colonias y delegaciones). Los mexicanos se
arreglan muchísimo y van siempre hechos unos pinceles, y esto vale
también para las casas.
Nuestra casa es de estilo moderno.
Muebles de diseño con líneas puras, iluminación empotrada en el
techo... pero con un regusto mexicano: cada pared de un color y lo
que es más sorprendente, con una textura de gotelé diferente (lo
cual es utilísimo para cuando llegas a casa de noche con la visión
perjudicada, que por el tacto puedes saber perfectamente si están en
el salón, en el dormitorio o en el baño, y en según que casos, no
conviene confundir).
Todo incluso los adornos y aderezos
parecen recién comprados en el Zara Home. Y ayer pensaba que lo
eran, ahora ya dudo, porque todo está envuelto en plástico: las
tapicerías de las sillas (que debe de ser gloria bendita sentarse en
ellas con el short del verano), las pantallas de tooodaaaas las
lámparitas de mesa auxiliares.... luego revisando un poco te das
cuenta de que no, que son fundas estándares que se ponen para que
siempre luzcan como nuevas. A mi esto me parece un horror y voy a ver
si puedo negociarlo, pero ya veremos. Por otro lado suerte que me he
dado cuenta, y no me he liado con el cutter a desenfundarlo todo a
las tres de la mañana.
El plástico parece que gusta mucho por
aquí. Así también tenemos varias plantas de plástico, del tipo
orquídea (que no molestan mucho, porque yo siempre he tenido que
tocar las de verdad para saber si eran made in China) y un arbol
indescriptible y de una variedad que creo que todavía está por
clasificar, con tonos otoñales en las hojas que vienen a mezclar lo
que a mi me parece follaje de chopo con follaje de roble, pero qué
sabe una, y un musgo verde oscurísimo en la base, rebosando el
tiesto de mimbre que deja salir un tronco fornido y rugoso, que vais
a perdonarme la licencia, pero yo es que lo miro y me recuerda a un
no sé qué púbico... que creo que por lo original y arriesgado de
la propuesta, se va a quedar donde está y además le voy a ir
adornando con lucecitas (que aquí se llaman "serie de Navidad" y cositas, que me invita a mi a esto.
Otra cosa más que marca la diferencia,
es que donde en Europa encuentras carteles de cómo evacuar los
edificios en caso de incendios, aquí los encuentras igual, y con un
añadido aun más grande advirtiendo de como evacuar en caso de sismo
(terremoto). ¿A qué impresiona?. El último fue hace dos semanas,
5,9º una cosa bien, lo justo como para enterarte y mucho, pero como
para que no hubiera ni heridos ni daños materiales. Aquí se avisa,
según me cuenta mi amigo Carlos, por todos los medios posibles,
empezando por la TV, así tu estás viendo a Bruce Willis en la tele
(es que después de tantas horas en mi vida, ya le hemos hecho casi
de sangre) y de repente te mira fijamente a los ojos y te grita
"¡ALERTA SISMO, ALERTA SISMO!" Y dispones de dos minutos para bajar
las escaleras hasta la calle con los medios más rápidos de que
dispongas, para unos serán los pies, para otras como yo casi seguro
que el culo.
Y por último por ahora, una
advertencia que todos los españoles traemos muy sabido, pero que se
nos olvida nada más pisar suelo latino americano. Aquí la palabra
"coger" tiene un significado muy diferente. No se coge el equipaje, no
se cogen las llaves, no se recoge a nadie en el aeropuerto, y ni
muchísimo menos se recoge ni a un niño ni a una abuelita cuando se
cae al suelo, sin embargo si se puede agarrar, y si dudas, porque no
parece muy preciso, entonces se "jala".
Y contado todo esto, me pongo los
zapatos y me voy corriendo a la calle, que ya es hora normal y voy a
ver si me lleno los pies de México antes de que comience mi jornada.
Y porque justo enfrente (cruzando la Castellana) tenemos un centro de
la Cruz Roja, con un montón de fornidos Cruceros Rojos, que acabo de
descubrir, salen su patio que se ve desde mi ventana a esta hora a
correr en formación gritando y contando cosas como los marines norte
americanos ¡qué espectáculo, señoras y algunos señores!.
Un besito muy fuerte, y ¡VIVA MÉXICO
CABRONES!
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